jueves, 25 de octubre de 2007


El Hombre de los Bosques

Por María Elena Arroyo.

Los Orangutanes, de carácter apacible, cabellos rojizos y mirada profunda, son una especie amenazada y su población se ha reducido a la preocupante cifra de 20 mil, según los últimos censos realizados.

Estos seres pacíficos y de vida solitaria han sido el centro de diversos estudios en los que se ha podido establecer su alto nivel de inteligencia y su estrecha cercanía genética con el ser humano. El uso de herramientas, la capacidad para resolver problemas en su vida cotidiana, y la habilidad que algunos individuos demostraron para aprender el lenguaje de señas, nos habla de una especie de la que aún hay mucho por saber, una especie a la que se le está quitando el derecho a la vida.
Las voces de alerta son muchas, sin embargo, lamentablemente aún no logran ser oídas en todas partes.

La selva, donde conviven con miles de otros animales está siendo destruida para dar paso a extensas plantaciones de palmeras, especies vegetales de las cuales se extrae el aceite para fabricar diversos productos con fines estéticos, como jabones o cremas, o fines, paradójicamente, ecológicos como el biocombustible. Este es un negocio próspero para países como Malasia e Indonesia, en el sudeste asiático, los mayores exportadores de estos productos, y también los únicos donde los orangutanes aún sobreviven.

La amenaza y destrucción del bosque y sus animales se enfrenta a la protección y lucha de quienes entienden que preservar estos pulmones verdes del planeta, no sólo beneficia a sus habitantes, sino al equilibrio completo de la humanidad.

Sin embargo y a pesar de esto, el bosque tropical lluvioso se ha ido reduciendo considerablemente en los últimos años. La industria de la palma y la tala legal e ilegal, ha obligado a las especies animales que ahí habitan a trasladarse en busca de alimentos a zonas aún no alcanzadas por la mano del hombre, viendo, con esto, cada vez más reducido su hábitat natural y mermando la población de miles de ellos. Por otro lado la quema anónima de grandes extensiones de bosques, ha forzado a los campesinos a abandonar las tierras y ha facilitado la aparición de nuevas plantaciones de palmeras. Estos incendios intencionales han provocado la muerte de cientos de especies que allí viven y que simplemente no logran escapar, quedando atrapadas entre las llamas o el humo.

Los Orangutanes que alguna vez ocuparon todo el sudeste asiático, hoy, apenas, ocupan zonas protegidas en las islas de Sumatra y Borneo, zonas que a pesar de su condición de intocables deben permanecer alertas por el peligro constante de quienes ven en el bosque una oportunidad de negocio. Y el negocio, no sólo se encuentra en la producción de aceite de palma, o en la tala de árboles, la captura y venta en el mercado negro de especies animales, también se ha transformado en una forma muy lucrativa de oficio.

El robo de pequeñas crías de orangutanes, se transformó hace mucho tiempo ya, en una excelente oportunidad de ganar dinero. La demanda de estas indefensas y graciosas criaturas, ha transformado esta actividad ilegal en una fructífera industria clandestina.



La cadena comienza en las manos de algún habitante local que conoce la selva y puede acceder a ella en busca de la “mercancía”. Generalmente cuando un pequeño orangután es atrapado, su madre resulta muerta al intentar protegerlo. Incapaz de defenderse por si sola, la cría, ya bajo el poder de inescrupulosos, comenzará un viaje que la llevará inevitablemente al encierro, la soledad y la humillación.

El destino final suele ser el triste espectáculo de algún circo, la jaula de una colección privada de animales exóticos, o la novedosa mascota de una casa.

Esta es una actividad ilegal que está penada incluso con cárcel, quizá por la misma razón, muchos de estos orangutanes son sacados de las fronteras de su país, haciendo de esta manera aún más dificultoso su rescate y reintegración a la selva, como también la detención de los responsables.

En este sentido, la corrupción juega un papel muy importante, ya que a pesar de existir normas y sanciones claras contra este delito, resulta extraño ver la indiferencia con que las autoridades reaccionan frente a una denuncia y a su vez la tranquilidad con que ciertas personas con poder mantienen orangutanes como parte de su propiedad privada a sabiendas de la comunidad


Áreas de reinserción

La mayoría de los orangutanes que son sacados violentamente del lado de su madre y alejados de su territorio natural, están condenados a una vida de encierro, rodeados de un ambiente que no les pertenece, y en el que sin embargo aprenderán a desenvolverse.

El desarrollo que alcanzan en condiciones de cautiverio es mínimo y muy alejado de las conductas que aprenden en estado salvaje. Si a esto se le suma el contacto habitual con los seres humanos y el maltrato físico o psicológico que muchas veces reciben, es dable pensar que este es un camino sin retorno para ellos y que el regreso al bosque sería algo imposible. No obstante, un orangután recluido por años, una vez que es rescatado, se le devuelve a su hábitat, del que, en la mayoría de las veces, no recuerda nada. Es aquí cuando comienza un largo proceso de aprendizaje y liberación. Protegidos y educados muy de cerca por personal especialmente preparado, los orangutanes iniciarán un recorrido hacia la independencia y auto valencia.
Conocerán los árboles y aprenderán poco a poco a subir por ellos, descubrirán frutas y hierbas que el bosque les proporciona y comenzarán a convivir cerca de otros de su misma especie. Se les enseñará a fabricar sus nidos con ramas y hojas y a dormir en la copa de los árboles, como normalmente lo haría un orangután en estado natural.

La reinserción a la vida completamente salvaje no siempre se logra, ellos han creado vínculos con los seres humanos que son difíciles de olvidar, la diferencia es que en la selva, sólo dependerá de su voluntad acercarse a un hombre o una mujer, esto no será ya una imposición. De esta manera, los orangutanes que han regresado del cautiverio a la vida natural entran en la categoría de semisalvajes.

En la isla de Borneo, tanto en la parte perteneciente a Malasia como en la que pertenece a Indonesia y en la isla indonesia de Sumatra, existen áreas de selva en las que es posible visitar y observar grupos de orangutanes que han sido rescatados del cautiverio y reintegrados a la vida natural. Ellos siguen siendo alimentados dos veces al día con plátanos y leche muy aguada, llegan desde los árboles, hasta una plataforma de madera especialmente dispuesta para su alimentación, algunos toman unas cuantas frutas y se van, otros parecen disfrutar con la visita de turistas deseosos de conocerlos y tomarles una fotografía y permanecen largos ratos observando a los visitantes. Esta es una rutina que se práctica dos veces al día, por la mañana y por la tarde. Su objetivo, por un lado, es proporcionar a los orangutanes de alimentos poco variados y escasos en cantidad, obligándolos a buscar por si mismos su fuente de alimentación en el bosque, la cual es abundante. Por otra parte, esta rutina tiene la finalidad de convocar a los turistas y viajeros para conocer y educarse en la conservación, tanto del bosque como de los propios orangutanes y a aportar económicamente con el costo de la entrada a estos centros, lo que facilita la mantención y preservación de los mismos.


Especie en peligro de extinción.


Una mirada a la profundidad de los ojos de un orangután, quizá nos obligue a preguntarnos cómo es posible que seres tan nobles, bellos e inteligentes estén siendo amenazados a tal punto que la especie completa en no más de 10 años podría llegar a desaparecer.

Producto de la destrucción de su hábitat y el tráfico en el mercado negro, la población de orangutanes disminuye drásticamente, si a esto se suma el hecho de que las hembras tienen una cría aproximadamente cada 7 años, edad en que los pequeños se independizan, el pronóstico que hacen los expertos es simplemente lapidario.

La especie en 10 años será inviable, los pocos individuos que hayan sobrevivido no serán suficientes y unos pocos años después ya no quedaría ninguno.

Y porque el anuncio no parece muy alentador, es que hay diversas organizaciones que trabajan para evitar la catástrofe. Un trabajo, que busca esperanzado el florecimiento de la población de orangutanes, un trabajo que espera convencer a los gobiernos para que sean inflexibles en la defensa de esta especie, un trabajo que busca concienciar al máximo de personas posible, una lucha por aquellos que no han podido defenderse por si mismos.
Una lucha para que “el hombre de los bosques” (Orang utan, traducido de la lengua Malaya e Indonesia) siga sacudiendo los árboles como cascabeles de la selva y apareciendo entre el verde vaivén de las hojas con su cabellera roja inconfundible.




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